Cuando no has trabajado por un tiempo, en mi caso el mayor desde que tengo 17 años, tu mente comienza a tener espasmos entre dudas y ganas insaciables por hacer algo más, algo increible. El miedo se apodera poco a poco y la inseguridad gana terreno. No podemos dejarnos ganar. No podemos darnos el lujo de mirar atrás y seguir diciendo “no he hecho nada todavía”.
Es momento de levantarse, trabajar con pasión. Trabajar aunque la paga sea mala, trabajar con orgullo y reconociendo que cada día toma mas voluntad y por eso somos gente más fuerte. Aceptando nuestras imperfecciones y pensando rápido en como resolverlas.
Tengo que aceptar que me cuesta mucho levantarme y mucho más convencerme de lo que hago; ser cocinero nunca será tan bien remunerado, ni será el sueño húmedo de un millonario. Pero es una vida de emociones diferentes y para mi, más intensas. De lucha con tu cuerpo y con tu mente para hacer de tus días algo memorable, glamoroso. Para moverte eficientemente, con estilo, con propósito. Porque la vida de un cocinero se resume en una palabra: Exigencia.
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